domingo, 30 de junio de 2013

EL GOBIERNO NACIONAL COMO ACTOR URBANO EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES.

Compartimos un documento escrito por el Dr. Héctor Poggiese el mes de octubre de 2012.

La gestión Macri alejó al gobierno de la ciudad de políticas socio urbanas de inclusión e integración social, así como de promoción de cualquier forma de participación en las políticas locales. Cayeron más que nunca los controles y cuidados al accionar del capital financiero inmobiliario lo que motivó el aceleramiento de la densificación en barrios específicos de la ciudad (Palermo, Villa Crespo, Barracas y otros). La obstaculización intencional de las comunas, anulando el papel de las Juntas con la eliminación de recursos, y anulando el  papel de los consejos, promoviendo a participación individual y no la organizacional (en contra de lo dispuesto tanto por la constitución de la ciudad como por la ley de comunas), completa las fronteras con que cerca su política.

Las resistencias y oposiciones han sido respuestas por fragmentos, donde movimientos sociales o vecinales (a veces, incluso, compuestos por votantes del macrismo) desatan luchas específicas. Los defensores del patrimonio, por su lado, denunciando y judicializando demoliciones (Como Basta de Demoler); los vecinos de clase media alta y media, frenando la instalación de torres o un túnel en sus barrios (Urquiza, S.O.S. Caballito y otros), docentes y alumnos respecto a reducción de grados o curriculas; gente de salud defendiendo hospitales (el Borda y otros); grupos de habitat popular constituyendo tentativas de redes (como Arrabal) o promoviendo leyes (como El Hormiguero).

Dentro de ese campo de acciones desde el movimiento social y la militancia política, es difícil identificar iniciativas de criticar y poner en jaque el modelo de ciudad, de reurbanización discriminatoria, empujado por los capitales inmobiliarios. El Reviva Buenos Aires, efímero en medio de la campaña electoral y, en estos días la Escuela Popular 5, son algunas de las pocas iniciativas en esa línea. 

Los Consejos de Seguridad impulsados por el Ministerio Nacional en el territorio de la capital crearon una situación un poco diferente. La iniciativa se corresponde con la competencia de ese ministerio, en tanto subsiste la responsabilidad nacional en ese tema en esta jurisdicción. La visión de la seguridad relacionada con insuficiencias del desarrollo local y la promoción de la participación vecinal crearon expectativas e inclinaron la militancia a esos ámbitos ante las dificultades crecientes en el proceso de instalación de las comunas, pero no se visibilizan posibilidades de integración formal entre el campo de los consejos de seguridad y el de las comunas porque son, en lo institucional, configuraciones competitivas entre ambos gobiernos, el nacional y el de la ciudad.

En el intermedio hubo el conflicto del Indoamericano, resuelto con la figura poco creíble de una asociación entre ambos gobiernos (un peso de Ciudad, un peso de Nación) para un plan conjunto de vivienda popular, que nunca vió la luz por la misma razón de la competencia de proyectos políticos tan alternos que no posibilitan ninguna asociación.

Este año nació con el episodio inconcluso del Subte que puede sintetizarse como el fracaso de la intención de derivarle a Macri la gestión de un servicio que le es propio, es de propiedad del gobierno de la ciudad, a diferencia de la policía, que constituye una transferencia de un servicio federal a la ciudad.

En este mismo año, por último, el gobierno nacional inició procesos sobre la cuestión urbana en la ciudad de Buenos Aires, desplazándose del lugar de gestor con competencia en la jurisdicción (Consejos de la Seguridad) o de socio gubernamental en una política de hábitat popular (programa de vivienda conjunta Ciudad-Nación) a un lugar de actor urbano que toma definiciones sobre el uso de sus propiedades localizadas en el territorio capitalino.

En esa línea debemos reconocer la promoción del Polo Cinematográfico y Audiovisual en la isla Demarchi y la utilización de terrenos de propiedad nacional localizados en la ciudad para  programas de vivienda, algunos para el  CREAR de quienes no tienen lotes de su propiedad para construir su casa y otros para financiar el soterramiento del Sarmiento. Esta situación es en absoluto nueva y distinta a las anteriores y coloca al Gobierno Nacional en una situación bien particularizada como un actor urbano equivalente  a cualquier otro actor privado o público, interesado en destinar a un uso determinado su propiedad. El gobierno de la ciudad también es un actor urbano cuando asigna destino y uso a predios de su propiedad (escuelas, hospitales, locales de las comunas y otras dependencias, mercados, basura y otros servicios, etc.).

Desde esa posición su relación con el gobierno de la ciudad se modifica. No es que hace por sí algo de su competencia (seguridad) ni que se propone hacer como socio un emprendimiento social (las viviendas pos conflicto del Indoamericano) sino que define usar terrenos urbanos de su propiedad para finalidades de sus políticas nacionales, en estos casos, una política de desarrollo industrial y empleo, otra de vivienda popular y una tercera, de urbanización todavía indefinida para asegurar el transporte ferroviario de impacto social.

La utilización social de esos terrenos fiscales se discute siempre y. cualquiera sea su destino final, será raro que no quede envuelta en  polémicos cruces de intereses.

El proyecto industrialista en la isla Demarchi desplaza la idea del gobierno Macri de agrandarla con el relleno de los escombros que se retiran de las grandes obras públicas en la ciudad, y colisiona con sindicatos de algunas actividades portuarias allí remanentes, de las embarcaciones utilizadas en dragado de los ríos de la Plata, Paraná, Uruguay.

El proyecto de urbanización residencial en los terrenos del FFCC en Caballito colisiona con organizaciones vecinales que resisten a la densificación del barrio y tienen elegidos esos terrenos para otro uso social, demandan plazas y parques.

Cualquiera de esos proyectos y otros similares necesitarán de definiciones de legislación urbana, que corresponde al gobierno de la ciudad, el cual deberá analizar y aprobar o rechazar el proyecto de legislación especial que la Nación hará como propietaria de esos terrenos. El código urbanístico le reserva ese derecho a propietarios privados de terrenos mayores a un cuarto de manzana  y estos predios son muchísimo mayores que el mínimo de la ley.

Se abre, por cierto, una forzada instancia de negociación entre el gobierno nacional, como propietario,  y el de la ciudad, como regulador urbano, siendo que el resultado de esa negociación será el avance o la obstaculización de políticas productivas y sociales nacionales.

Se abre, también un nuevo escenario de debate, que incluirá sin duda, a una parte de los vecinos clase medieros de los barrios que ya preanunciaron su oposición a la construcción de viviendas (aun siendo votantes de Macri se le oponen por las torres que densifican su contexto socio-habitacional, y por razones parecidas se opondrán a la edificación de viviendas en los terrenos del FFCC, aunque se destinaran a porteños que no tienen vivienda propia). La argumentación será variada, en algún caso el fundamentalismo ecológico, en otros, la saturación de la infraestructura; quedarán ocultos un tiempo pero luego aparecerán, los argumentos que explicitarían la discriminación  de clase o grupo social respecto a los hipotéticos nuevos vecinos.

Aun así será ahora mucho más atractivo e inteligente para el debate de la ciudad, por ejemplo, la búsqueda de  una combinación de uso mixto de vivienda y parque para los terrenos ociosos del ferrocarril o dilucidar si una combinación de industria, empleo y servicios navegables en la isla Demarchi, es mejor que mantenerla en gran parte ociosa, ocupada por galpones en desuso o, reduciendo el río, ampliarla con relleno de escombros y especulación inmobiliaria

Es cierto que esta decisión de ingresar como actor urbano no deviene de una acción planificada y que, por eso, los proyectos específicos merecerán un análisis y replanificación cuidada y participativa, pero se trata de una decisión que cambia las reglas de la acción política y social en la ciudad. No podemos menos que verla con simpatía, aunque eso exija debates profundos e intensos  entre el campo de ideas e intereses exclusivistas y fundamentalistas y el campo de ideas e intereses de integración social y desarrollo productivo.

Una brisa de aire fresco llega al debate de la ciudad. Con la entrada del gobierno nacional en la transformación material de lo urbano se introduce un actor con suficiente poder para balancear el destino de la ciudad y se fortalece el campo de quienes aspiramos a una ciudad justa, inclusiva, integrada, participativa.


miércoles, 26 de junio de 2013

LA CIUDAD Y EL FANTASMA DE LA ALDEA GLOBAL

Nota publicada en la Revista Veintitres del día 3 de enero de 2013.

MATERIA GRIS
La ciudad y el fantasma de la aldea global

POR RICARDO FORSTER

“Una vez descubierta, la ciudad es intensa y frágil, no podrá encontrarse de nuevo más que a través del recuerdo de la huella que ha dejado en nosotros: visitar un lugar por vez primera es como empezar a escribirlo.”    
Roland Barthes

La ciudad y la literatura han caminado juntas, se han entramado la una en la otra hasta volverse indiscernibles, como si ya no pudiéramos atravesar las calles sin percibir que ciertas escrituras secretamente invaden nuestro andar. Borges decía que algunos libros tienen la maravillosa facultad de convertir en recuerdos del lector lo que son experiencias del autor. ¿Cómo imaginar el París del siglo XIX sin Víctor Hugo y Charles Baudelaire? ¿Qué decir de San Petersburgo que no aparezca en Las memorias del Subsuelo de Dostoievski o en La madre de Gorki? ¿Cómo imaginar San Salvador de Bahía sin Los capitanes de la arena de Jorge Amado o algunas calles de Lima sin Conversaciones en la catedral, de Vargas Llosa? ¿Acaso esa extraordinaria y lúgubre ciudad que fue la Londres victoriana no es, en gran parte, el producto de un Dickens o un Conan Doyle? ¿Y Viena no regresa, una y otra vez, cuando leemos las páginas autobiográficas de Stefan Zweig y Elías Canetti? ¿Sin conocer la Dublín de principios de siglo no la hemos internalizado a través de las aventuras de un sólo día del Bloom de Joyce? ¿La poesía tanguera de un Homero Manzi no nos ha inventado una Buenos Aires mítica de la misma manera que también lo hizo con una Montevideo fantasmagórica la escritura de Onetti? ¿No hemos, acaso, soñado con ciudades en las que nunca estuvimos pero que dejaron para siempre sus marcas a través de ciertas páginas inolvidables? 
Ciudades míticas que conforman un mapa imaginario cuya realidad es, quizás, más tangible que sus ya desvanecidas materialidades. Ciudades que buscan refugio en la memoria en una época que amenaza con destruirlas allí donde esos antiguos espacios públicos y su propia fisonomía urbana van siendo rapiñados por la voracidad del mercado y de los intereses privados. Ciudades en las que era posible tejer las experiencias de la vida y transformarlas en relato sin tener que depender de esas nuevas usinas del sentido común que han expropiado vertiginosamente aquellas experiencias para devolvérnoslas enlatadas en el discurso televisivo. Apenas si la literatura nos guarda, como si fuera un tesoro perdido, los trazos de otra ciudad y de otra manera de caminarla y de vivirla.
Escribo estas líneas en mi casa de Saavedra y cómo no recordar inmediatamente las páginas inolvidables de Adán Buenosayres, páginas en las que participamos de esa mítica e iniciática caminata nocturna por las calles de un barrio que se ha vuelto literatura gracias a la fervorosa imaginación de Leopoldo Marechal. La memoria de una ciudad vive en el escritor y en el caminante, vive en el Borges que ficcionó el Sur hasta salvarlo para nosotros, sus lectores, de la piqueta modernizadora. Pero también permanece en el caminante, que como enseñaba Walter Benjamin, tiene que aprender a perderse entre sus calles para conocerla mejor. Dejarse llevar por los pasos como si siguiéramos las líneas imaginarias trazadas por la tinta en un papel secante; descubrir sus dobleces, sus zonas marginales, las palpitaciones secretas de la ciudad nocturna. Experiencias de una ciudad que se refugia en el recuerdo, allí donde los urbanismos contemporáneos, dominados por la furia indiscriminada de la rentabilidad capitalista y de gobiernos que se vuelven cómplices de esa avidez, la van destrozando con golpes certeros e impiadosos. 
Las marcas y las heridas del cuerpo social se manifiestan inmediatamente en la geografía urbana de un modo mucho más preciso que cualquier discurso que intente camuflar la verdad que emana de calles y barrios. La ciudad se vuelve pintura de una época y de sus múltiples contradicciones, es el mapa de la desigualdad y de las distancias que, cada día, se manifiestan con mayor intensidad. Esa misma metrópoli que durante muchísimas décadas, en el corazón de la modernidad, representó el territorio de las mezclas y de las oportunidades de ascenso social, el cruce de cuerpos diferenciados y el encuentro casual junto con violencias represivas que buscaban impedir su democratización, va volviéndose coto cerrado, espacios perimetrados por la pertenencia a determinados grupos que viven encerrados en el interior de fronteras protegidas o nos ofrece la imagen de lúgubres zonas prohibidas destinadas a la violencia gangsteril y policial, zonas donde los cuerpos jóvenes caen en las garras de la delincuencia como único modo de vivir en la ciudad que los aísla, ámbito de lo peligroso y de lo oscuro en el que se arrojan, como si fuera un enorme vertedero, todas las formas de la miseria, la exclusión y el desarraigo. Ciudad de los márgenes, oscura, peligrosa, pero llena de vidas palpitantes que se cuelan en los hogares de los buenos ciudadanos a través de su presencia en las páginas policiales de los diarios o en las imágenes de la violencia que aparecen en los noticieros televisivos. Ciudad en rojo que nos recuerda lo no dicho de nosotros mismos, la otra cara de esa ciudad “virtuosa” en la que los ciudadanos honestos despliegan sus vidas autosuficientes que, como en una película de Scorsese, sólo nos devuelve la imagen en el espejo de nuestros propios prejuicios. 
No poder caminar la ciudad de uno es como perder algo esencial; no recorrer esos otros sitios en los que también se vive o eludir la presencia del otro atemorizados ante su “peligrosidad”, nos hace más pobres en todo el amplio sentido de la palabra: pobres de cuerpo y alma. Vegetar en esa eterna repetición siempre renovada del shopping center supone ponernos de espaldas a la ciudad moderna para entrar en esa otra ciudad, la del consumo y la exclusión, la de las imágenes repetidas e insustanciales y la que ha dejado de sorprendernos hasta hacer casi imposible el hallazgo casual, el encuentro inesperado, el cruce de miradas que despiertan el deseo. Cuando la ciudad se transforma de acuerdo a un mapa de agencia de viajes, cuando nuestros pasos sólo nos llevan hacia lugares previamente esterilizados y seguros, lo que se extravía es la posibilidad misma de lo inesperado, de aquella materia prima sin la cual la vida es aquello que poetizó Charles Baudelaire en sus poemas del Spleen, allí donde la vida urbana nos devuelve la imagen del aburrimiento, el desasosiego y la banalidad. ciudad pasteurizada, llena de cámaras que registran todos nuestros pasos mientras el riesgo se agazapa detrás del habitante oscuro de los suburbios impresentables.
¿Podrá resistir la ciudad a las exigencias del mercado y de la tecnología? ¿Seremos capaces de reconocer el peligro que se esconde detrás de las promesas modernizadoras? 
La literatura vivió la ciudad como el ámbito de experiencias capaces de mezclar lo cotidiano con lo extraordinario; territorio de confluencias, oportunidades, misterios y pesadumbres, un lugar en el que la vida y sus múltiples contradicciones se convertían en el material para la escritura. ¿Qué queda de esa pluralidad de voces y del calidoscopio urbano en el tiempo de la uniformidad, de los barrios privados, de las autopistas y los espacios cerrados? Del mismo modo que nuestra sociedad se hace más desigual y vuelve a sus miembros más egoístas, la ciudad, nuestra ciudad, acompaña ese proceso de desgarramiento del tejido social y expresa también las nuevas formas de la sensibilidad individualista de la cultura contemporánea, una cultura atravesada de lado a lado por las formas rutilantes e ilusorias de las mercancías capaces de reemplazar los encuentros de los cuerpos por la devoción religiosa de los objetos de consumo. 
Junto a la topadora que arrasa con edificios antiguos lo que se quiebra es nuestra propia memoria que necesita de referencias concretas, de calles y plazas, de viejos bares que, cuando volvemos a encontrarnos con ellos, nos remiten al ayer de nuestras vidas. Así como el individuo de la sociedad posmoderna va desdibujando su identidad hasta perderse en la homogeneidad del consumo masivo y globalizado, la ciudad experimenta un proceso similar de arrasamiento de sus particularidades hasta confluir en ese nuevo espacio urbano que, girando alrededor de la americanización de la cultura, acaba borrando las diferencias y las originalidades para ofrecernos la imagen de una repetición infinita plena de estaciones de servicio, shopping centers, hamburgueserías, autopistas en las que reina su majestad el automóvil, zonas exclusivas que llevan el sello de los diseñadores de moda y nuevos edificios para una vida exitosa. Esa ciudad fragmentada y desigual constituye el punto de cierre de la ciudad moderna, su lugar de clausura allí donde desaparece toda posibilidad de alquimia y de encuentro entre sujetos diferentes para ofrecernos la imagen de vidas paralelas que, eso parece, ya no podrán mezclarse, ni siquiera por casualidad. 
Tal vez por eso el recuerdo del 17 de octubre de 1945 no sea, para nosotros, hoy, más que la evidencia monstruosa de una “invasión de los bárbaros”, una escena de lo imposible que nos dejó testimonio de otra época del mundo. Y Algunos preferirían que esa ciudad popular siguiera viviendo exclusivamente entre las páginas de una novela o en las investigaciones de los historiadores pero que ya no perturbe más nuestras existencias burguesas. Lo demás es tarea de la policía.
¿Cómo caminar una ciudad fragmentada? ¿Cómo aprender a perderse en sus calles, allí donde los territorios están claramente diferenciados y lo prohibido de ciertas zonas no nace del misterio de sus noches pecaminosas sino del asaltante que nos espera en cualquier esquina? Buenos Aires por esos azares del destino resistió hasta ahora aunque con movimientos espasmódicos y dificultades innumerables, cuando parece que ha bajado definitivamente la guardia, a la modernización globalizadora, al urbanismo del fast food para, a un ritmo vertiginoso, recuperar, para nuestra desgracia, el tiempo perdido. Una nueva furia arrasadora amenaza con hacer de la Buenos Aires en la que crecimos un mero recuerdo literario. Un aire malsano a negocio inmobiliario viene desde un gobierno, el de Mauricio Macri, que no puede sino pensar la ciudad desde la perspectiva de la especulación y la rentabilidad. Algo precioso de nuestra intimidad y de nuestra biografía se pierde junto con el sistemático borramiento de la memoria urbana y de la proliferación de una nueva forma de tabicamiento social. Una profunda transformación cultural va de la mano con las estrategias de redefinición urbanas allí donde el antiguo espíritu democrático y de movilidad social, aquel que durante décadas le dio su fisonomía a los barrios porteños, fue reemplazado –desde los ominosos y oscuros años de la dictadura genocida que hizo de la ciudad su coto de casa y de terror– por la tan posmoderna concepción de la fragmentación en la que la proliferación y la diferencia sirvieron como excusa para clausurar los puntos de contacto e intercambio. Una mañana cualquiera quizás nos levantemos y por la ventana ya no veamos las imágenes de la ciudad que amamos, sino el alucinado sueño hecho realidad de la aldea global.

"LA CIUDAD ES HOY UN ESPACIO DE COMBATE ABIERTO"

Nota publicada en el diario La Nación del día 17 de agosto de 2012.

Experiencias urbanas

"La ciudad es hoy
un espacio 
de combate abierto"

Según la socióloga holandesa Saskia Sassen, la esencia de una metrópolis no está en sus construcciones ni en la cantidad de habitantes, sino en el ámbito que ofrece para la vida en común. Y advierte que ese ámbito ha entrado en crisis


Probablemente en la Biblia esté la mejor síntesis de las ideas que rondan la experiencia urbana desde hace siglos: allí están Sodoma y Gomorra, narradas en el Génesis como símbolos de corrupción y decadencia, pero también la Ciudad Santa, esa Jerusalén que en el Apocalipsis es la representación utópica del paraíso recobrado. El prolífico imaginario filosófico y literario sobre la ciudad descansa, en efecto, en una contradicción. La ciudad pensada y narrada es a la vez el lugar del progreso, la modernización, la aventura, donde los destinos se tuercen y los sueños se alcanzan, pero también el espacio del pecado, el miedo, el esnobismo y las apariencias, la soledad del individuo anónimo frente a la multitud, el escenario de la pobreza y la decadencia social.
¿En qué lugar ubicar la "imaginación sociológica" de Saskia Sassen, una de las intelectuales más influyentes de las últimas décadas para pensar la ciudad en la globalización, que se define como "contraintuitiva", más cómoda analizando las fronteras y los márgenes que los centros transitados por las teorías mainstream ? Para Sassen, la ciudad no es, parece claro, ese "libro de piedra" que Victor Hugo se proponía leer; ni está en la poesía de las multitudes anónimas que describía Charles Baudelaire; ni en la geografía personal proyectada en la Dublín de James Joyce. La ciudad que mira se parece a la que vio Georg Simmel, tan alarmado por la desconfianza, el "espíritu calculador" y la indiferencia que motivaba la vida urbana como satisfecho por la libertad que ese ambiente prometía, y también a la que estudió la Escuela de Chicago, que vio en la ciudad el laboratorio social donde observar y resolver la integración de una sociedad que se volvía más y más compleja y desigual.
Un siglo más tarde, como a Simmel y a los sociólogos de Chicago, a Saskia Sassen le preocupa el alma de las grandes ciudades, a las que ve crecientemente "desurbanizadas". Aunque crezcan en densidad poblacional y alumbren nuevos barrios y construcciones cada vez más vanguardistas, aunque elaboren "marcas" que las posicionan en el mercado de los festivales y la industria de la cultura y el turismo, las ciudades, piensa Sassen, están perdiendo su urbanidad, su carácter de espacio para la vida en común.
"La ciudad es un sistema complejo pero incompleto", define en diálogo con adn cultura, y describe cómo, a fuerza de guerras que ahora se combaten en las ciudades, de enfrentamientos que grupos armados del narcotráfico escenifican en terreno urbano, de la violencia del delito generada por décadas de injusticias sociales y económicas, de las fronteras invisibles que instalan las desigualdades, la ciudad está perdiendo la flexibilidad que le aseguró sobrevivir a siglos, gobiernos, organizaciones políticas y cambios sociales sin perder su identidad como espacio para la convivencia urbana. "La ciudad es hoy un espacio de combate abierto", continúa. Al cerrarse a fuerza de impersonales distritos de oficinas de vanguardia, al completarse trazando espacios privados hiperseguros y zonas empobrecidas donde sus habitantes viven igualmente encerrados, al perder, en fin, parte de su alma común, la ciudad deja de ser capaz de integrar la novedad y la diferencia.
Sassen pasó cinco días en Buenos Aires, a comienzos de este mes, junto con su marido, el sociólogo Richard Sennett, invitados por la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), con la agenda de dos rockstars pero la humildad de quienes no han cambiado la curiosidad intelectual por la impostura. En menos de una semana, pronunciaron dos conferencias cada uno y una en conjunto -todas a sala llena y casi todas con transmisión simultánea por Internet-, dieron entrevistas y se reunieron con distintos grupos de investigadores locales.
La ciudad, plantea Sassen, no es indiferente a su desurbanización. "¿La ciudad tiene un discurso, un poder de habla? Yo digo que sí. La ciudad lo tiene, pero hemos olvidado ese lenguaje, no lo vemos más, no lo entendemos. Hay muchas tendencias que van eliminando la capacidad de la ciudad de tener su voz. Pero hoy, todavía, la ciudad habla. Lo hace, por ejemplo, cuando los desarrolladores inmobiliarios construyen una plaza pública para compensar un edificio más alto, y ese espacio nunca funciona como plaza, está muerto. O cuando el tránsito de la hora pico en el centro paraliza un auto potente, hecho para grandes velocidades, y no le permite usar ninguna de esas capacidades. O en las maneras que hemos aprendido para saber cómo transitar caminando por el centro de la ciudad en esas horas pico. Eso es discurso. Cuando la ciudad no permite cosas, es la ciudad la que habla. En lo urbano hay una capacidad que le permite actuar."
-Usted habla en varios de sus trabajos de la ciudad como un espacio de disputas y contradicciones. ¿En qué medida la ciudad como espacio construido es un terreno disputado o de convivencia?
-Una pregunta anterior a esa es qué es la ciudad, porque hoy en día existe muchísimo terreno urbanizado a través de la construcción, pero que no es ciudad. Mucho de lo que llamamos ciudad es hoy sólo terreno construido densamente. Para mí la ciudad es una especie de sistema complejo pero incompleto. Y en ese rasgo de ser incompleto reside, por un lado, su capacidad de vida larguísima. Pensemos en las grandes ciudades, que sobrevivieron a imperios, reinos, repúblicas, distintos gobiernos, multinacionales, sistemas financieros, de todo, y ahí siguen. Lo complejo significa además mucha diferenciación. Lo incompleto hace que nuevas materialidades puedan instituirse. Me parece que en lo incompleto reside la capacidad y la necesidad de la ciudad de ir incorporando nuevas modalidades de orden visual y social. La ciudad está ahí, lista para recibir. Pero no sin tensiones y combates, porque cada cambio implica transformaciones. Ésta es una época en la que esas ciudades complejas y abiertas empiezan a sufrir un poco de desurbanización.
-¿En qué sentido?
-Hay muchas modalidades en que esto sucede. Una son las privatizaciones de espacios, a las que se suma el llamado "efecto sombra" que produce esta privatización alrededor, más allá de lo que es estricta y legalmente privado. Todos los countries , las comunidades cerradas y los complejos con sistemas de seguridad muy sofisticados, que pueden estar en el centro de la ciudad, instalan muros invisibles. El mismo efecto tienen los enormes shopping centers , que desplazan a una multitud de pequeños negocios que constituían la trama urbana, y algunos fenómenos muy específicos, como lo que ahora se llama el " super-prime housing market ", un mercado global de la vivienda, con propiedades que cuestan un mínimo de 25 millones de dólares en Londres, de 7 millones en Shanghái o de 29 millones en Hong Kong, ocupados por súper ricos que no participan de la vida comunitaria. Todo eso va desurbanizando el tejido urbano. Lo cívico de la ciudad, la urbanidad, se está afectando, y eso está pasando en más y más ciudades. El orden visual que nos dice "esto es ciudad" ya no habla el mismo idioma que hace unas décadas, ya es un idioma más ambiguo.
 El poderoso perfil de Nueva York. Foto: AP / ANTHONY BEHAR
-Parece haber una especie de homogeneización de paisajes urbanos en los que parece que todas las ciudades son iguales, pero hacia adentro hay dinámicas diferentes.
-Exactamente. Pienso, por ejemplo, en distritos de oficinas, espacios de consumo de lujo, esas sedes de trabajo donde está la vanguardia de la arquitectura de oficinas, sobre todo en el sector financiero. Eso da la impresión, a través del orden visual, no importa cuán originales sean los arquitectos, de homogeneidad. Es verdad que uno reconoce un aeropuerto, un hotel de lujo, unshopping y una escena de consumo en cualquier ciudad global. Pero los distritos de oficinas se han vuelto en realidad infraestructuras que se pueden usar de maneras distintas. Comparé el centro financiero de Chicago con el de Nueva York y hay enormes diferencias de uso de la misma infraestructura. Un segundo aspecto surge de esto. El edificio de oficinas ya no habla el mismo idioma que hablaba hace 30 años, cuando parecía decir "me ocupo del trabajo de oficina". Hoy en día, lo que esas construcciones dicen, para un público muy especializado, es: "Tengo todo lo que necesita para hacer sus operaciones globales". Esto tiene implicaciones político-económicas. Las ciudades ya no compiten tanto entre ellas como se cree que sucede. Y a la vez van recuperando historias económicas propias y profundas.
-¿Cómo ve el futuro de las ciudades "desurbanizadas", como las describe? ¿Podrían ser reemplazadas por otro nuevo orden urbano?
-En su límite, la desurbanización debilita y hasta destruye los códigos y las restricciones que guían las prácticas cotidianas de la gente en una ciudad en funcionamiento. Permite que los actores más poderosos rehagan las ciudades a su imagen. Se ve en lo que sucede con el mercado de la vivienda para los súper ricos del que hablábamos, donde se construye una casa enorme en el lugar que antes ocupaban tres casas medianas, y que además tiene propietarios ausentes, que viven allí sólo una parte del tiempo. Eso va adelgazando el tejido urbano. Lo que hace que Buenos Aires sea una ciudad tan maravillosa es que, aun en los sectores de mayores ingresos, hay gran densidad residencial.
De márgenes y penumbras
Holandesa de nacimiento, formada en economía, sociología y filosofía, Saskia Sassen habla cinco idiomas, "pero ninguno bien", ironiza. En un reportaje público en la Unsam, durante su estadía en Buenos Aires, describió su metodología de trabajo como "contraintuitiva", su gusto por "las zonas analíticas fronterizas" y por investigar los márgenes, las penumbras y los momentos de transición. "La frontera no es una línea, sino un terreno. En ese terreno me gusta moverme, donde las cosas van mutando", dijo entonces. Quizá por eso, y por su disposición a moverse y opinar como una personalidad pública, es una figura particular en el universo intelectual.
Su multicitado libro La ciudad global , editado en 1991 por primera vez -y en español en 1999-, se plantó contra las ideas fácilmente repetidas de que la globalización trascendía los territorios y traspasaba fronteras. Según postuló entonces, la globalización tenía en realidad anclajes locales y nacionales bien precisos, inserciones territoriales y arquitectónicas, particularmente en los sectores económicos de capital transnacional, como el financiero, que se dedicó a analizar con lupa etnográfica desde entonces. Nueva York, Londres, Tokio y Fráncfort, pero también Sidney, San Pablo, México D. F. y Shanghái, comparten algunos rasgos que las hace particulares: en ellas, la globalización puede verse actuando concretamente, en las elites transnacionales de altos ejecutivos, los funcionarios de organismos internacionales y los migrantes que sostienen parte del funcionamiento y la economía globalizada, como retrató en Una sociología de la globalización , que la editorial Katz publicó aquí en 2007. Siguió en esa línea para analizar cómo buena parte de las globalizaciones sucedían en el espacio bien concreto de los Estados nacionales -lo desarrolló enTerritorio, autoridad y derechos - y el lugar de "los inmóviles" como sujetos políticos de los tiempos globales.
-¿En qué transformó la globalización el imaginario que tenemos sobre las ciudades?
-La globalización ha generado una especie de igualdad de las ciudades y de ahí surgen los proyectos de inventar festivales o buscar una marca de ciudad, para diferenciarlas. Hay una recuperación de lo cultural en ese sentido, en parte porque es una gran industria. Los festivales generan ciudadanía, pero a la vez responden a las necesidades de grandes sectores empresariales. Hoy no se visitan ciudades tanto para ver un museo específico, por ejemplo, como para tener la experiencia de su urbanidad. Pero hay una vuelta irónica, porque muchas veces se busca ver lo mismo en todas partes.
 La Rueda del Milenio en Londres, vista desde la columna de Nelson, el monumento de Trafalgar Square. Foto: AP / KIRSTY WIGGLESWORTH
-Usted ha escrito que las ciudades han vuelto hoy a ser un prisma a través del cual mirar ciertos fenómenos de reconfiguración del orden social, como lo fueron a principios del siglo XX. ¿Qué dicen las ciudades hoy de nuestra época?
-La ciudad no es siempre la misma entidad. A principios del siglo XX, en Europa y en Estados Unidos, la ciudad era una especie de ventana a nuevas realidades, que no eran urbanas en sí mismas pero que encontraban en el espacio urbano el lugar para ejecutar un proyecto: las industrias, los mercados de trabajo, la sindicalización, las cuestiones políticas. Después vinieron una serie de décadas en las que la ciudad perdió interés, se volvió un espacio administrativo, rutinario. Y las ciudades se volvieron más pobres: en los años 60, justo antes de que empezara el cambio, si uno miraba el porcentaje que representaban las ciudades en los índices de la riqueza nacional, éste era bajo. En los años 80 comienza una nueva época, que revaloriza el espacio de la ciudad para ciertas lógicas muy específicas. Desde entonces, la ciudad nos permite ver una historia más amplia, porque es el espacio no sólo para lo urbano y lo rutinizado, sino también para lo no urbano, para aquello que encuentra en la ciudad un momento estratégico de sus operaciones en un contexto de economía global. Y además es un espacio donde se desarrollan las grandes crisis sociales, de una manera muy distinta de lo que fue a principios del siglo XX.
-¿De qué manera?
-En ese momento, la ciudad fue un espacio para la movilización, las demandas laborales, los sistemas de consumo colectivo. Hoy es un espacio de renovación muy visible si se miran las nuevas construcciones, pero que a la vez invisibiliza la tragedia social, a todos los que fueron echados de los centros urbanos. La ciudad se vuelve un espacio heurístico, pero hay que trabajar un poco para entenderlo. Si uno se fija sólo en lo visible, pierde una historia social que también tiene sus aspectos negativos muy marcados. El espacio de la ciudad se ha vuelto un espacio de combate abierto. Todas las crisis de las últimas décadas dejaron expulsiones y huellas, y hay que recuperarlas. Esto también demuestra que la ciudad se ha vuelto rígida, y por eso puede "romperse" más fácilmente. Al ir perdiendo su urbanidad, aunque aumente su densidad de edificios, se afecta su capacidad de longevidad. Vamos completándola más y más, y va perdiendo esa flexibilidad que le da supervivencia, que le permite ir cambiando.
-Le agrego un elemento más en la ciudad contemporánea: el miedo.
-Es un elemento central. Por un lado, hay muchas violencias que no son urbanas, pero que usan el espacio de la ciudad para operar. Mucho de lo que tiene que ver con las bandas armadas del narcotráfico no guarda relación con grupos o demandas urbanas. Eso también desurbaniza la ciudad. A eso hay que agregarle que las guerras, que antes se libraban en los cielos, en los grandes océanos, en los campos abiertos, también se fueron urbanizando. Y hay un tercer elemento, que es una historia de expectativas, de proyectos, de ilusiones frustradas. En los últimos veinte años hemos salido de un pasado que ha cubierto varias generaciones en el que a cada generación le iba un poquito mejor que a la anterior, y había un Estado social que facilitaba eso. Ahora, por primera vez, tenemos una generación de clase media -algo que se ve en Egipto, en España, en Estados Unidos, en Chile y creo que aquí- a la que a sus hijos e hijas les va a ir peor. Eso está generando mucha movilización, que estamos viendo, sobre todo de jóvenes de clase media, para combatirlo.
-¿Y cómo se movilizan los jóvenes más pobres?
-Para ellos, la movilización no es igualmente eficiente. En muchos barrios de muchas ciudades se restringieron las protestas, en especial para gente que ya viene caracterizada como problemática, como los inmigrantes. Justamente creo que cierto tipo de violencia urbana, que se ejercita destruyendo negocios o autos, es un acto de comunicación en ese sentido, que también genera inseguridad y miedo. Entonces, parte de esa violencia que hoy vemos viene de una historia paralela de expectativas frustradas, de desempleos masivos, de la experiencia de la cárcel, que se vuelve más y más común para tanta gente. La desigualdad desurbaniza y destruye las capacidades urbanas, es decir, esa mezcla de espacio y gente, de convivencia y transformación. Lo que estamos viendo es un momento muy visible de un proceso que se ha dado por bastante tiempo y a menudo en parte en el interior del sistema. Ahora nos asombramos de la violencia y, en Europa al menos, culpamos a los inmigrantes. No. Son historias que hemos hecho invisibles, porque esa gente no tiene voz. Hay demasiada injusticia social y se han quebrado demasiados lazos.
-¿Qué fuerzas o actores sociales pueden recuperar esas capacidades urbanas disminuidas o dañadas?
-Las capacidades urbanas son, en efecto, una mezcla de espacio urbano y actividades de las personas, que tienen su propio peso para dar forma a la trayectoria de una ciudad, y un gran tema es justamente cómo recuperarlas. Los habitantes de las ciudades necesitan reconocer y hacer visibles las muchas articulaciones invisibles que conectan diferentes áreas de una ciudad. Lugares con órdenes visuales muy diferentes, como la ciudad global y la villa global, pueden tener articulaciones múltiples, que se esconden bajo esas diferencias visuales.
-¿Qué ciudad elegiría para vivir?
-Londres. Es una ciudad que uno siente que no es solamente de los ingleses, y que está un poco menos obsesionada con el éxito y el poder que Nueva York. Distintas personas la sienten como una ciudad propia. La gran pregunta es de quién es una ciudad.
La afirmación de Sassen invita a ampliar la pregunta: ¿de quién es hoy Wall Street, la plaza Tahir en Egipto o las calles de Madrid? ¿De quiénes son los "conurbanos" de tantas grandes ciudades latinoamericanas, entre los barrios cerrados hiperseguros y los asentamientos de pobreza extrema? Italo Calvino escribió que la fuerza de una ciudad está en las preguntas que puede originar. ¿De quién es hoy Buenos Aires?
EL TEATRO DEL MUNDO
¿Qué puede decir el teatro sobre la vida en las ciudades? ¿Qué tiene que ver la experiencia del actor y del espectador con la del ciudadano? ¿De qué modo puede ser útil el arte para volver más democrático el espacio público urbano? Para responder estas preguntas, Saskia Sassen y Richard Sennett están llevando adelante un proyecto conjunto -algo inusual: ellos mismos, matrimonio hace 25 años, apuntan sus diferencias en estilo de trabajo y abordaje de sus temas de interés cuando se les pregunta por trabajos en colaboración-, con sede en Nueva York y Londres, pero que también se desarrolla, hasta ahora, en Fráncfort y en Berlín, con la colaboración de unas ochenta personas, entre investigadores sociales, arquitectos, planificadores urbanos, artistas visuales y performers .
"Theatrum Mundi/Global Street", tal el nombre del proyecto, fue presentado durante su estadía en Buenos Aires en Malba, en una conferencia conjunta que mostró una forma posible de cruzar los intereses de ambos sociólogos en un proyecto que busca repensar los espacios públicos y "reurbanizarlos".

Sennett, que además de sociólogo, es músico y maestro de músicos, aportó la mirada más cercana a las artes. "Los diseñadores urbanos tienen mucho que aprender de quienes diseñan escenas teatrales", dijo, al ligar la interacción social con los aspectos performativos del teatro; una idea que estaba presente, señaló, ya en el Renacimiento. Con imágenes de fotografías del Globe Theatre, y de salas contemporáneas como el Half Moon Theatre, el Alice Tully Hall y el Teatro della Compagnia, ilustró maneras de "informalizar" el espacio teatral, que niegan el afuera y el adentro del escenario, las zonas de los espectadores y de los actores, para pensar cómo informalizar también el espacio público. A su turno, Saskia Sassen aportó la mirada sociológica más pura, en una de sus preocupaciones habituales: cómo devolverles un lugar en la ciudad a los que no tienen acceso a los instrumentos del poder. Y señaló ciertas capacidades de las personas de hacerse presentes en espacios urbanos -formas de manifestación novedosas, usos de espacios públicos por fuera de lo convenido- como escenarios para pensar espacios alternativos. "Tenemos que aprender otra vez a hablar el idioma de la ciudad", alertó.

MESA DE DIÁLOGO MULTILATERAL - DOCUMENTO ELABORADO




 MESA DE DIÁLOGO MULTILATERAL

Diálogo Multilateral por La Ciudad que Queremos
Iniciativa de la Comisión de CARTA ABIERTA de
“Participación Popular, Comunas y Desarrollo Urbano”
- en FLACSO, 18-12-1012-

OBJETIVOS

En la Comisión “PARTICIPACIÓN POPULAR, COMUNAS Y DESARROLLO URBANO “ de Carta Abierta hemos organizado una reunión de trabajo con otros grupos comunitarios, sociales y políticos que actúan en los Consejos Comunales y en otras prácticas de la ciudad de Buenos Aires, con los cuales venimos realizando diversos intercambios bilaterales (contactos, encuentros y debates).

La propuesta fue realizar lo que denominamos DIÁLOGO MULTILATERAL, una instancia de intercambios más compleja que por su método y objetivos nos permita alcanzar mayores y mejores niveles de definición conceptual, de articulación inter-organizacional y de acciones conjuntas, enriqueciendo la política local.

No fue un evento público, sino un encuentro de análisis conjunto (limitado en tiempo y número de participantes) entre cuatro grupos que tienen una cierta afinidad conceptual, metodológica y práctica.

Los objetivos del diálogo multilateral pueden describirse así:

-compartir una visión teórica y conceptual de “ciudad”  en tanto fenómeno de alta complejidad socio-económica y política entrelazada en la tensión desigual entre dos modelos de desarrollo urbano cuyo debate debe hacerse explícito
-instalar –ya ubicándonos en la propia ciudad de Buenos Aires- la recuperación de los procesos de efectiva participación popular en políticas urbanas desarrollados en la etapa democrática pre-macrismo, hoy ocultados, negados y olvidados para que no pesen como alternativas en la planificación y gestión socio-urbana.
-revisar con detenimiento, alejando preconceptos y fundamentalismos, los efectos en las reglas de juego político en el ámbito local que estaría provocando la decisión del gobierno nacional de ingresar como actor urbano con sus propias tierras en el desarrollo de la Capital , así como las consecuencias de múltiples órdenes que desatan los proyectos urbanos específicos emergentes   

GRUPOS PARTICIPANTES
1.         Comisión de Carta Abierta
2.         LATE (Liberando Argentina con Trabajo y Educación)
3.         Redes PPGA
4.         Activistas K de los consejos comunales     

Organización del ESPACIO y las PERSONAS
     Se organiza como una mesa de cuatros lados.
     Un lado para cada grupo.
     Hasta 10 personas por lado

  
DIÁLOGO MULTILATERAL[i]

1. PRESENTACIÓN
Los interrogantes que nos formulamos en la Comisión de Carta Abierta y que nos motivaron a organizar este diálogo son:


  1. El proceso de instalación de las comunas que se esperaba que iba a producir desarrollo local, procesos participativos, ¿está sucediendo? ¿Es posible que suceda? ¿Qué tipos de prácticas dan resultado?
  2. Pensar posibilidades de prácticas territoriales en las comunas, ó si hay otro modo y cómo serían?
  3. ¿Tenemos formulada una política alternativa para la ciudad?  ¿Comprendemos los procesos que definen una gran ciudad contemporánea? ¿Cómo hallar pautas para mejorar el tema comunas?

Después de una breve explicación de  la metodología de trabajo comienzan las rondas programadas. [1]

2. PRIMERA RONDA.
 Establecido un orden para la secuencia de intervenciones, cada lado/grupo hizo una exposición, de aproximadamente 20 minutos, presentando sus ideas, cuestionamientos y argumentaciones con relación a los objetivos del diálogo.

La consigna fue que cada exposición debía concentrarse en presentar su idea, sin necesidad de interactuar o referenciar con las demás. Se buscó contribuir con lo que cada grupo tiene, piensa, sabe hacer, así como sus dudas e interrogantes.

IDEAS CENTRALES DE LA PRIMER RONDA:

Deberíamos poder compartir  una visión teórica y conceptual de “ciudad”  en tanto fenómeno de alta complejidad socioeconómica y política entrelazada en la tensión desigual entre dos modelos de desarrollo urbano cuyo debate debe hacerse explícito. 

La situación latinoamericana genera una nueva agenda para los pueblos, aumenta la importancia de la cuestión de las ciudades que son cada vez más complejas, imprevisibles e inciertas. Se reactivan viejos actores y aparecen nuevas espacialidades públicas.

El desarrollo urbano debe lograr que se valorice la vida y garantice a la vez el desarrollo. Pero existe un modelo veloz, con una lógica del mercado, que va devorando la ciudad histórica, a la que destruye. ¿Cómo lograr la convivencia y la identidad versus la epidermis “moderna” y lograr una ciudad para ser vivida?

Hay un mutuo aprendizaje entre residentes y migrantes.

Se debe elaborar un proceso de descentralización participativa.

Existen nuevas fuerzas con representación social en el Estado. Debemos poder construir escenarios multiactorales, para promover el uso social del suelo y la plusvalía urbana.

Se comparte la visión y percepción de la necesidad de recuperar los procesos de efectiva participación popular en políticas urbanas desarrollados  en etapas previas.

Se coincide en que en la etapa democrática pre-constituyente de la ciudad existieron diversas experiencias de participación popular que tuvieron una impronta en la Constitución (el plan de manejo del Parque Avellaneda, la casa de ciudadanía de Villa Crespo, y otros varios) iniciados por grupos vecinales, a los que luego se asoció  el Estado. La Red GAO desde el año 1991 fue  un actor técnico político comunitario.  Un proceso posterior e inverso, el Programa Buenos aires y el Río, lo inició el Estado y se sumaron en gestión asociada organizaciones sociales (entre 2000 y 2007) cerrado por la gestión de Macri.

Se entiende que hoy los procesos participativos son, por parte del Gobierno de la Ciudad,  ocultados, negados y olvidados para que no pesen como alternativas en la planificación y gestión socio-urbana.

Las prácticas de las redes entienden que son modos activos autónomos con iniciativas proactivas. Consideran que hay áreas problemáticas, no problemas.  Las reuniones son abiertas y publicas, debidamente registradas, documentadas, disponibles en Internet. Lo publico considerado como construcción de consenso y la política como confrontación. La creación de un “nosotros” en procesos de recuperación de memoria y de sentido. La razonabilidad, la sustentabilidad, la previsibilidad, la transparencia.

El parque Avellaneda es el único parque con ley propia,  área de preservación histórica. Existe un Plan de Manejo sin costo para el Estado que fue dinamizado por iniciativa vecinal.  Se formó la Mesa de Trabajo y Consenso en 1997 y sigue vigente hasta hoy como espacio de toma de decisiones. Este espacio interviene en las decisiones y existe participación cuando hay una decisión que tomar. Efectuaron la descentralización en la práctica, antes que las comunas. La experiencia sobrevive a pesar del macrismo, al revalorizar estos procesos en la política partidaria. Nace así la experiencia de la Escuela Proyecto en Participación Popular en Políticas Publicas EP5 para cambiar paradigmas.  No obstante, existe una dificultad de los partidos políticos para valorar los procesos participativos.

El Programa de transición a las comunas que se hizo con el gobierno de la Ciudad, por iniciativa del Buenos Aires VIVA quedó trunco con la destitución de Ibarra. El ReVIVA Buenos Aires en 2011 fue un intento posterior de reconstruir esa las practicas asociativas pero el triunfo del PRO lo impidió.

El Gobierno Nacional en 2012 entra como actor urbano y abre una oportunidad con la presencia de un nuevo actor afín.  El proyecto político nacional no tiene política específica para la CABA, no ha diseñado políticas de desarrollo territorial, sino que se ha limitado a una política apéndice de lo nacional. Por lo tanto no existe comprensión de la clase media.  El regulador del desarrollo urbano es, por ende, el mercado.


Hoy el tema es el suelo urbano. Hace 50 años que no aumenta la población urbana pero si aumenta la construcción de a 2.000.000 m cuadrados por año, del cual el 70 al 80 por ciento  son departamentos de un ambiente. Lo que señala que ha variado el núcleo familiar. Se duplicaron las viviendas desocupadas a 340.000. El mercado buscó el nicho que lo beneficiaba,  departamentos de 1 y2 ambientes.

Dónde hacer entonces las viviendas sociales El código de Planeamiento de 1977 se usa aplicando la idea de expulsar a los sectores populares. Las autopistas meten el auto en el centro mismo de la ciudad. Se des industrializó, el sur esta deshabitado y des industrializado, el norte está poblado y rico. La divisoria no es más la avenida Rivadavia, ahora es la Av. Córdoba.  Hay un déficit habitacional para 540.000 habitantes, lo cual implica unas 120.000 viviendas calculando el núcleo familiar en cuatro. Hay que intervenir el suelo urbano. Hay 500 has. del Estado Nacional. Se considera buena la intervención del Estado Nacional como actor social en la Ciudad. Las 4.500 viviendas a construir en la Estación Buenos Aires y Saenz.  No existe una política de vivienda en la CABA. Los vacíos urbanos de la Nación integran la ciudad. Hacer viviendas, es bueno y necesario, pero no es lo único. El Centro de Transferencias de Cargas a escala ciudad. El Plan Maestro de la Comuna 8. El Distrito de Deportes, Distrito Biotecnico…. Son claras muestras de las dos visiones de ciudad que conviven, que coexisten, que tensionan el escenario de la ciudad. Estado débil y  mínimo /Estado fuerte, presente y regulador del Mercado.

Coexisten dos políticas antagónicas, y aún sectarias.  La situación de la ciudad es de difícil diagnóstico, se debe conocer la realidad para poder transformarla. Existe una distancia entre el concepto de Comunas a la realidad de la praxis de los Consejos Consultivos Comunales, de las Juntas Comunales, de las instituciones de las mismas… Una brecha importante entre “el vecino” y “el militante” por falta de metodología, de mecanismos de participación.

Tenemos la oportunidad de llevar a la práctica lo de Unidos, Organizados y sobre todo Solidarios. Mas que juntar los grupos K, hacer una convocatoria a aquellos con los que somos capaces de identificarnos, recuperar la experiencia de la participación popular, con metodología común.

3. CONSULTA INTRA GRUPO
Terminada la primer ronda, los componentes de cada lado de la mesa, tuvieron aprox. 20 minutos para conversar entre ellos, en pequeña reunión, evaluar lo escuchado y recibido, y ordenar sus intervenciones en la siguiente ronda (consensos, diferencias, ampliaciones, propuestas organizativas y/o de acción, etc.), considerando los objetivos del Diálogo.

4. SEGUNDA RONDA
En esta ronda (aprox. 60 minutos) el diálogo fue aleatorio y transitando por desdoblamientos diversos.  Moderadores cuidaron el uso del tiempo y promovieron una síntesis ordenadora de los intercambios conceptuales y/o propositivos.


Puntos sobresalientes del intercambio:
1.       Hay un desconsuelo con la situación de las comunas.
2.       No existe una política urbana desde Nación para la ciudad.
3.       No se instrumentan métodos capaces de responder a las problemáticas de los distintos espacios.
4.       Existe una dificultad de los partidos políticos para valorar los procesos participativos, debemos aprender a valorarlos desde la militancia. Hay que generar tejidos participativos.
5.       Analfabetismo político.
6.       Falta un imaginario de porteñidad.

Es enorme la brecha entre las políticas nacionales y la situación territorial en la Comunas, carentes de escala intermedia, por lo que es necesario reforzar la política local, re pensar el área metropolitana, su entramado social, conjuntamente con los objetivos de la ciudad.

La toma de decisiones es poder. No se “participa” en las decisiones importantes.  La participación requiere de coherencia y cohesión  para entonces construir un “nosotros”.la batalla es “cultural”. 


5. CIERRE. Acuerdo final

Entre los diferentes grupos participantes, se acordó continuar este espacio del Diálogo Multilateral, como un Grupo Iniciador que reinstale el debate de la Participación Popular con intervención en planificación, diseño e implementación de Políticas Públicas en la CABA. Concebido como un espacio abierto, visible, conceptual,  propositivo y activo, que impulse un proceso de constitución de un “nosotros” en función de políticas de escala comunal,  un espacio común en función de la Ciudad que queremos, al que se sumen  tod@s aquell@s comprometidos  por una  ciudad inclusiva donde convivir con compromiso y participación, en línea con el Proyecto Nacional y Popular.  

Las primeras líneas de acción a analizar y evaluar en ese espacio serán:

- Organizar mesas, foros y otros eventos donde se debatan  las concepciones en pugna sobre la ciudad: inclusiva, integrada, democrática, participativa ó exclusiva, fragmentada, jerárquica, elitista. 

- Priorizar, desde cada comuna o entre comunas, el tratamiento de problemas complejos, con proyectos integrales de desarrollo local-regional.[2] 

- Planificar y gestionar modelos de urbanización que reconozcan los diferentes modos de vivir la  ciudad y generen una relación de convivencia entre esas modalidades.

- Dar a conocer las experiencias de participación en políticas públicas, pasadas o actuales

-Realizar actividades de formación, algunas entre los propios grupos diseminando los saberes disponibles en cada uno[3] y otras destinadas a aumentar la capacidad de otros grupos o individuos [4]





[1] Utilizamos una adaptación de la metodología Diálogos (de la familia de metodologías PPGA), aplicada a encuentros intersectoriales entre investigadores, políticos  y comunitarios en seminarios académicos y en   proyectos de desarrollo urbano
 [2]  Se enumeraron algunos temas posibles: por ejemplo el destino del Playón de Colegiales para la Comuna 13 y la cuestión de los comercios expropiados en la linea H Pompeya en la  Comuna 4.
[3] Por ejemplo un taller de metodologías PPGA para los grupos del Diálogo Multilateral.
[4] Por ejemplo reproducir la Ep5 en otras áreas de la ciudad